Los especialistas destacan la necesidad de minimizar el impacto de la radiación ultravioleta para evitar el desarrollo del melanoma y de otros tumores de la piel.
Si bien el melanoma es menos común (5%) que otros tipos de cáncer de piel, es la principal causa de muerte por enfermedades de la piel (80%). Según explica el Dr. Pablo López Bergami, investigador del CONICET, en verano la radiación solar ultravioleta (UV) es “mucho mayor y por lo tanto en estos meses es preciso extremar los cuidados frente a la exposición solar”.
“El motivo por el que debemos protegernos de la radiación UV excesiva es que estos rayos provocan lesiones en el ADN de las células de nuestra piel, que son las que están expuestas al Sol. Estas lesiones podrán eventualmente generar la transformación maligna de las células dañadas”, indica López Bergami, también investigador del Centro de Estudios Biomédicos, Básicos, Aplicados y Desarrollo (CEBBAD) con sede en la Universidad Maimónides.
Los melanocitos, unas células presentes en la epidermis (capa más externa de la piel), tienen la capacidad proteger al organismo contra la radiación solar UV mediante la síntesis de un pigmento proteico denominado melanina. “Pero esa capacidad de protección no es ilimitada. Por razones genéticas y otras causas, en algunas personas, la excesiva exposición a la radiación solar UV a lo largo de la vida produce lesiones en el ADN de los melanocitos y esto da origen al melanoma, el tumor de piel más agresivo que a nivel clínico se percibe como un lunar o una lesión pigmentada con características particulares”, indica López Bergami. Y agrega: “Es fundamental el diagnóstico precoz. Si un lunar es considerado sospechoso en forma temprana, el problema puede solucionarse con una rápida y sencilla cirugía que remueve el lunar. Por el contrario, si al realizar el diagnostico esa lesión se encuentra avanzada, hay un alto riesgo de metástasis que es potencialmente mortal. Para estos pacientes hay algunas opciones terapéuticas, pero son limitadas”.
Durante los meses de verano la radiación solar UV es mucho mayor y “nos damos cuenta porque nos bronceamos o nos quemamos con mucha más frecuencia, con mucha más facilidad que en el resto de los meses”, puntualiza López Bergami quien es licenciado en Biología y doctor de la Universidad de Buenos Aires en el área Biología Molecular.
Además, la capa de ozono de la atmósfera solía filtrar gran parte de la radiación solar UV, pero por la emisión de gases contaminantes se dañó, principalmente en el hemisferio sur. “Quienes habitamos en esta región debemos cuidarnos más”, subraya.
El investigador del CONICET destaca que hay una regla que dice que en el hemisferio sur en todos los meses que “tienen la letra R” hay que tener mayor cuidado con la exposición a la radiación solar UV. “Desde septiembre hasta abril todos los meses tienen la letra R. Son los meses en los que hay que cuidarse más porque el Sol está ‘más alto’ en el cielo y aumenta la incidencia de sus rayos. El resto del año, la trayectoria del Sol es más baja y disminuye notablemente la incidencia de la luz solar sobre la Tierra”, afirma. Y agrega: “Claramente cuando mayor impacta la radiación solar UV es cuando el Sol está sobre nuestras cabezas, perpendicular a la superficie de donde estamos, es decir, aproximadamente al mediodía, más precisamente a la una de la tarde. A medida que el Sol se aparta de este punto, la intensidad de la luz disminuye a consecuencia de una mayor absorción de los rayos por parte de la atmósfera. Como regla se suele decir que si la sombra de nuestro cuerpo es más corta que la altura de nuestro cuerpo, estamos en un horario donde debemos cuidarnos porque el Sol está bien perpendicular a la Tierra”.
“Si la sombra de nuestro cuerpo es mayor a nuestra altura, el ángulo de incidencia es menor y el efecto de la radiación solar UV es mucho menor”, agrega el investigador del CONICET quien entre 2002 y 2008 realizó estudios posdoctorales en la Facultad de Medicina del Hospital Monte Sinai en Nueva York, Estados Unidos, donde se especializó en la caracterización de vías de transducción de señales implicadas en el desarrollo y progresión del melanoma.
Aparte del horario, y del uso de protector solar, “es importante también cubrir otras partes del cuerpo con gorras, sombreros, ropa adecuada, y también los ojos (con gafas de sol) porque también tenemos melanocitos en los ojos que generan melanomas oculares”, indica López Bergami.
Por otra parte, los tipos de piel más blanca son más susceptibles al melanoma y otros tipos de cáncer de piel que los de piel más oscura. “Esto ocurre porque quienes tienen piel más oscura tienen una cantidad y un tipo de melanina que les otorga una mayor protección natural frente a la radiación solar UV”, explica López Bergami.
Pensando en el diagnóstico precoz, López Bergami dice que lo que se recomienda es hacer una autoevaluación periódica. “Uno debería mirarse toda la superficie del cuerpo y prestar atención a los lunares que tiene, si aumentan, si aparece una mancha nueva, y complementar esto con una visita al dermatólogo”.
Para realizar un autodiagnóstico, López Bergami afirma que es importante tener en cuenta pautas para identificar una lesión en la piel que podría ser un melanoma. “Para eso hay un sistema de evaluación que se denomina ABCDE y que consiste en prestar atención a distintas características que puede presentar una lesión”, explica.
La A refiere a la asimetría de una lesión o lunar. La B es por el borde. “Si la lesión es asimétrica o presenta bordes irregulares, tiende a ser una lesión maligna. Si la lesión es simétrica y posee bordes regulares, tiende a ser una lesión benigna”, explica el científico del CONICET.
La C refiere al color. “Si nosotros vemos que el lunar tiene un color homogéneo en toda su superficie, esto probablemente es una lesión benigna. Mientras que si el lunar o la lesión presenta distintas coloraciones puede ser una lesión maligna”, señala López Bergami.
La D hace referencia al diámetro. “En general, las lesiones mayores a seis milímetros hay que prestarles mayor atención. Tienen mayor chance de ser malignas. Y la E finalmente refiere a la evolución. La evolución refiere a cambios en color, en forma, en el borde, en la altura, en el tamaño, a lo largo del tiempo. Si uno ve que una determinada lesión presenta algunos de estos cambios en función del tiempo, también esto es una señal de alerta. Y en caso de cualquier cosa que a uno le resulte llamativa en función de los parámetros ABCDE, es motivo de consulta urgente con un dermatólogo”, destaca el investigador.
También hay sistemas automatizados con inteligencia artificial empleados por especialistas en dermatología que sacan fotos de la espalda, de los brazos y del cuerpo en general y que compara las fotos sucesivas y encuentra rápidamente si hay algo que está cambiando. “Esta herramienta también es muy importante para realizar un diagnóstico precoz”, afirma López Bergami.
El melanoma es curable, siempre y cuando sea diagnosticado tempranamente, pero si se lo detecta en estadios avanzados el pronóstico es menos favorable.
“Lamentablemente, se ha demostrado que algunas estrategias terapéuticas que han funcionado en otros tipos de cáncer, por ejemplo, la quimioterapia o la radioterapia, no son eficaces para abordar el melanoma metastásico”, afirma López Bergami. Y continúa: “Hoy en día están disponibles las terapias dirigidas y la inmunoterapia, las cuales representan un avance notable con respecto a las terapias existentes una década atrás, pero aún deben ser mejoradas”.
Las terapias dirigidas consisten en atacar con un fármaco directamente al tumor en un punto vulnerable, por ejemplo, una proteína activa que es clave en la progresión del melanoma. “BRAF es una de estas proteínas que se utiliza como blanco del ataque terapéutico a partir del desarrollo de drogas altamente especificas contra la variante de BRAF mutada observada en melanoma. Estos fármacos frenan el avance del melanoma, pero casi invariablemente, al cabo de cierto tiempo, el tumor se vuelve resistente a estas drogas y retoma su crecimiento. Ocurre que la célula tumoral se reorganiza y a través de la activación de otros mecanismos y/o proteínas se las ingenia para volver a proliferar descontroladamente”, explica el investigador del CONICET.
La inmunoterapia consiste en la administración de fármacos que fortalecen al sistema inmune para que ataque a las células tumorales. En muchos casos, esta terapia suele presentar efectos benéficos más duraderos, pero tiene la desventaja de que una fracción importante de los pacientes no presenta respuesta de ningún tipo. “Esta estrategia terapéutica muchas veces no es suficiente porque para que el sistema inmune pueda actuar es necesario que haya células inmunes en la periferia del tumor. Y lo que se ve en los pacientes que no responden bien es que, en esta región del tumor, hay una llamativa ausencia de células inmunes”.
En la actualidad se están realizando múltiples proyectos de investigación para tratar de desarrollar terapias eficaces contra el melanoma metastásico.
El laboratorio de López Bergami se ha centrado durante años en revelar vías moleculares implicadas en el desarrollo del melanoma. “Cada tipo de tumor es un mundo aparte y sin un claro conocimiento de cómo funciona internamente la célula de melanoma a nivel molecular no podemos encontrar esos talones de Aquiles o blancos terapéuticos para poder atacar a las células tumorales”, afirma.
El grupo de López Bergami ha realizado estudios, publicados en revistas científicas internacionales, que demostraron que una familia de receptores de tirosina quinasa conocida como ROR contribuyen de manera significativa al fenotipo agresivo de las células de melanoma.
“Hemos demostrado que la inhibición de dos receptores, ROR1 y ROR2, in vitro e in vivo (en ratones) revierte la agresividad de las células de melanoma, y entre otros efectos disminuye el crecimiento del melanoma y lo vuelve más susceptible a ser destruido. Ahora estamos probando drogas contra estos receptores en modelos preclínicos y de tener buenos resultados el siguiente paso sería probarlas en ensayos clínicos”, señala López Bergami. Y agrega: “Nuestro grupo también está desarrollando herramientas que puedan aumentar la cantidad de células inmunes o Linfocitos T en el microambiente tumoral de manera tal que las diferentes inmunoterapias disponibles puedan conseguir un mayor y más amplio efecto terapéutico”.
Fuente: Conicet