Un lazo que nos hace distintos, que marca la diferencia, que pone de relieve el valor de nuestra institución.
Por Dr. Claudio H. Cova, Presidente de la Federación Bioquímica de la provincia de Buenos Aires
Recientemente participamos de una reunión con las autoridades del Colegio de Bioquímicos de nuestra Provincia. Los puntos tratados son desarrollados en una nota informativa en este número, pero como consecuencia de la reunión y las charlas posteriores, una palabra mágica retomó protagonismo, subió a la superficie, emergió entre todas como una plegaria: Solidaridad.
La filosofía de la solidaridad constituye un enfoque ético y social que promueve la interconexión entre las personas y la responsabilidad colectiva para lograr el bienestar común. En un mundo marcado por profundas desigualdades, conflictos y fragmentación social, la solidaridad se presenta como una brújula moral que invita a superar las divisiones y a construir comunidades basadas en la empatía, el apoyo mutuo y la cooperación.
Toda la problemática tratada, no por vieja menos conflictiva y anudada, es posible de resolver con una acción común y solidaria en defensa de aquellos más vulnerables que pueden verse gravemente afectados por las presiones constantes de grandes laboratorios con estructura y visión empresaria, que promueven con más ímpetu unidades de negocios antes que servicios de salud.
La palabra “solidaridad” proviene del latín solidus, que significa “entero” o “firme”. En su esencia, denota la unión y cohesión entre individuos o grupos para enfrentar desafíos comunes.
A diferencia de la caridad, que a menudo implica una relación asimétrica entre quien da y quien recibe, la solidaridad es una relación horizontal que reconoce la igualdad de todas las partes involucradas y su interdependencia.
Así planteado los laboratorios chicos y medianos no necesitamos, ni aceptamos la caridad. Tenemos nuestro propio espacio que hemos ganado a base de sacrificio, esfuerzo y compromiso profesional.
No necesitamos que nos digan cómo hacer las cosas, sino que ya sabemos cómo hacerlas basados en la competencia leal, en el cumplimiento de las legislaciones y normativas vigentes, en el respeto y el compañerismo de pares.
En el ámbito de la filosofía contemporánea, se ha explorado la solidaridad como un principio orientado hacia la justicia social. La solidaridad se manifiesta en múltiples niveles de la vida social. En el ámbito familiar, fomenta el apoyo incondicional entre sus miembros. En las comunidades locales, fortalece los lazos sociales y alienta la cooperación frente a desafíos comunes, como desastres naturales o crisis económicas.
En la era de la globalización, la solidaridad adquiere una dimensión internacional. En un mundo cada vez más interconectado, las acciones de una persona o grupo pueden tener repercusiones en lugares lejanos. Por ello, la solidaridad no solo se limita a las comunidades locales, sino que también abarca una responsabilidad global hacia quienes sufren las consecuencias de la pobreza, el desplazamiento forzado, el cambio climático y otros problemas transnacionales.
La solidaridad no es solo un concepto abstracto, sino una práctica concreta que se traduce en acciones diarias. Además, la solidaridad se refleja en políticas públicas que promuevan la igualdad y el bienestar colectivo, como la seguridad social, la educación universal y los sistemas de salud accesibles.
En última instancia, la filosofía de la solidaridad va más allá de ser una simple noción moral. Es una fuerza transformadora que nos invita a repensar nuestras relaciones con los demás y con el mundo. Nos desafía a trascender el egoísmo y a construir una sociedad donde prevalezcan los valores de la justicia, la igualdad y la fraternidad.
La solidaridad, entonces, no es solo un deber ético, sino una expresión de esperanza en la capacidad humana para superar las divisiones y trabajar hacia un futuro más justo y compasivo. Representa un recordatorio de que, aunque nuestras circunstancias individuales puedan diferir, nuestra humanidad compartida nos une de maneras profundas y duraderas.
La solidaridad para nuestras instituciones tiene que ser un bien innegociable, que garantice la consideración del otro como parte de un todo. Cada colega bioquímico merece y requiere nuestra total atención.
No nos dejemos engañar por quienes solo miran lo que da su sombra y ante las necesidades colectivas no están dispuestos a ceder nada propio.
La solidaridad es ese lazo que nos hace distintos, que marca la diferencia, que pone de relieve el valor de nuestra institución.