¿Cuándo será el momento en que realmente formemos parte de una política de Estado profunda, seria, a largo plazo, con objetivos claros y precisos, con un presupuesto adecuado y flexible, con reconocimiento económico y profesional acorde a saberes y responsabilidades?
Por Claudio H. Cova
Presidente de la Federación Bioquímica de la provincia de Bs. As.
La frase hecha viene de los años sesenta, de Uruguay, cuando en plena depresión económica y social todo el mundo emigraba a la Argentina. Tal fue el éxodo, que llegó a temerse que el país hermano quedara despoblado.
Y fue en ese contexto cuando una mañana, cerca del aeropuerto de Carrasco de Montevideo, apareció un grafiti que decía El último que apague la luz. Sesenta años después las cosas han cambiado un poco, miles de argentinos emigraron a Uruguay por similares motivos que hace seis décadas los uruguayos venían a nuestro país.
Pero como nosotros nunca nos andamos con chiquitas no sólo somos los paladines de la depresión económica y social, sino también de la depresión cultural, la pérdida de valores, el casi nulo respeto por la vida, la violencia cotidiana, la falta de proyectos institucionales, la ausencia de oportunidades, el desasosiego y la desesperanza. Somos desgraciadamente campeones mundiales de futbol y de todo eso también.
José Narosky dice que “el fracaso es una oportunidad para empezar de nuevo con más inteligencia”; ¿aprenderemos de este enésimo fracaso, de esta serie de desquicios que nos lleva a una frenética pendiente sin final?
No hay sector del país que acumule más diagnósticos certeros, ni más profesionales preparados, ni más contorsionistas de lujo, que el sector de la salud privada.
¿Cuándo será el exacto momento en que realmente formemos parte de una política de Estado profunda, seria, a largo plazo, con objetivos claros y precisos, con un presupuesto adecuado y flexible, con reconocimiento económico y profesional acorde a saberes y responsabilidades? Lamentablemente esta columna se transformó en una herramienta de catarsis, en el lugar dónde se acumulan letanías y expresiones de deseos utópicas pero no conformistas.
Siempre nos llaman para los incendios cuando sólo quedan ruinas de aquello que antes era una construcción razonable. En esas ruinas calientes, con el humo negro que penetra en nuestros pulmones, vamos dejando girones de nuestra dignidad, enterrando proyectos, desechando sueños.
Vienen momentos duros, difíciles, amargos, volveremos en poco más de 60 días a empezar de nuevo, a tratar de explicar y transmitir las demandas de un sector castigado y postergado.
No tenemos que olvidar que lo que nos hace sobrevivir es la unidad, la cohesión de objetivos, el alinearnos para tener la fortaleza que los tiempos demandan.
Tiempos electorales, de promesas que nunca serán cumplidas, de amnesias previsibles, de espejos de colores poblando calles y avenidas.
Tenemos todo por hacer y construir, FABA va por ese camino, el de tomar la crisis como una oportunidad, de demostrar nuestras fuerzas y capacidades para acompañar a cada uno de nuestros federados.
Esperemos retomar el centro del camino, mantenernos firmes, pensar en el otro, recuperar las ganas de estar aquí y ahora, para que no tengamos que elegir al que va a ser el último… ese encargado de apagar la luz.